Desde muy pequeña, en el campo, con mono y careta en mano, mi padre me enseñó a no tener miedo. A Observar, respetar y pensar. A no rendirme ante las adversidades . A valorar que siempre que se trabaja duro para conseguir una meta el mejor néctar es la pasión y todo aquello que vives y descubres en el camino; los vaivenes del aire, los vuelos bajos, las caídas , el equilibrio. Todo a través de las abejas , sin necesidad de hablar entre nosotros, tan solo observandolas, tan solo observándole». Laura Carrascosa.

Recuerdo con nitidez, los pliegues de sus manos tratando de acariciarme con una bella melodía. Ante sus ojos, claves, que una vez reveladas, me mostraban la fórmula de cada compás, el tiempo.
Y me enseñó que tan necesario es desafinar como entender los silencios; que la sensibilidad es la mejor clave para acompañar un pentagrama y obtener esa bella melodía llamada vida. Laura Carrascosa.

 Agua y cántaro en pedazos…

Hasta en mi voz hay ya una grieta y se me está rompiendo la palabra.

Quién pudiera no tener casa en la tierra y tener una en el viento, como la tiene la nube, como la estrella la tiene y la luna y el lucero, para salir en tu busca por veredas y caminos, por montañas y llanuras y unir mis pasos a los tuyos, poner mi hogar en tu pecho y el corazón en tu fuego.

Quién pudiera por la ladera del tiempo bajar a tu primavera y recorrer los jardines llenando tus soledades y bajo la luz de tu sombra arar la tierra desierta y sembrar donde nadie siembra las poesías y esperanzas que me quedan.

Quién pudiera llevar por bandolera el alma con los sueños e ilusiones, como los lleva el niño, como el atleta los lleva y el guerrero y el amante, para sentir la juventud corriendo en primavera por mi corazón y por tus venas cantarle un canto a la vida, beber la dicha en tus labios y cruzar la frontera del vivir.  Daniel Cercadillo.

«Ese cielo azul, es así de hermoso, porque sé que él, se encuentra debajo de él, pensé…» Laura Carrascosa.

» Siempre estarás conmigo si puedo escribir», Joan Margarit